Aventura en el mar

Ese día se despertaron muy tempranito, antes de que asomara el sol, porque habían planeado salir de paseo. Era una excursión que esperaban con ansias pues les habían contado que se aprendían muchas cosas interesantes y se hacían actividades divertidas.


La noche anterior habían preparado sus mochilas. Trajes de baño, toallas, bloqueadores solares, cubos, palas y rastrillos estaban listos para el viaje.




Los 3 hermanos y la prima Victoria partieron cada quien desde sus casas. Los primeros, muy alegres, recorrieron todo el camino en su carrito imaginando una jornada llena de sorpresas y cargando todo lo necesario para divertirse, comer, beber y proteger la piel.


Iban a encontrarse con la pequeña Victoria a quien también sus padres llevaban en el coche.
Casi al mismo tiempo llegaron ambas familias al puerto donde comenzaría la trayectoria.

De repente una sirena los hizo reaccionar. Se dieron cuenta de que el barco avisaba su partida inmediata. Fueron de prisa a la oficina a comprar los tickets y corrieron para llegar a tiempo a tomar la embarcación.

Alcanzaron a subir y al instante zarparon. Ocuparon los asientos que les habían asignado, los primos juntos y los padres detrás. Disfrutaban de la brisa del mar cuando el capitán anunció que a escasos metros de ellos podrían ver dos delfines que saltaban juguetones. Todos se asomaron por las ventanas y disfrutaron del espectáculo.
Nuevamente habló el primero de abordo: 
- ¡Atención!, ¡a lo lejos hay un tiburón ballena!
La tripulación salió a cubierta rápidamente. En efecto, una mancha gigantesca se acercaba al navío. Las miradas fijas en él. Un enorme animal asomó primero la cabeza, después su cuerpo y por último la cola para desaparecer nuevamente. El jefe de la nave contó que ese tiburón era el pez más grande del mundo y podía medir 12 metros y nadar mucho, mucho, pero muchísimo; hasta 13000 kilómetros. Era un número difícil para nosotros pero entendimos que era cantidad. También explicó que aunque es muy grande y eso nos asusta no es peligroso. Se alimenta de algas y peces pequeños, no ataca ni come personas. Le gusta jugar con los nadadores y que le rasquen su pancita.
Terminado el comentario apagaron los motores, echaron el ancla e informaron que, si alguien se atrevía, ese era el momento de tomar un baño con él. Gabriel y Valeria, seguros y tranquilos, preguntaron a sus padres si les permitían experimentar y... ¡Sí, los dejaron! Sin perder un segundo bajaron con su papá a nadar y conocer al curioso pez.
Orlando se disponía a abandonar la lancha cuando le pareció ver una tortuga marina. Avisó al resto de compañeros. Victoria era aún muy pequeña y se quedó en el barco con su amigo el pulpo y una caracola. Permaneció largos minutos extasiada saboreando el alimento que recibía de su mamá con gran amor y ternura. Orlando se unió al grupo y nadaron con el tiburón ballena y la tortuga mientras la pequeña los veía e imitaba moviendo enérgicamente sus brazos. Transcurrido un rato el encargado del personal anunció que debían continuar la excursión. Los hermanos dejaron el agua con pesar porque estaban disfrutando mucho pero sabían que habría más sorpresas.  Cambiaron sus trajes mojados por otros secos para estar más cómodos.  

Aprovecharon la segunda parte del trayecto disfrutando una deliciosa merienda. Era hora de recuperar fuerzas y llenarse de energía para seguir la aventura.  Los padres repartieron frutas, galletas y jugos para todos. Fue entonces que llegaron las aves. Sobre el barco volaron gaviotas, albatros y hasta dos cormoranes en busca de alimento. Las gaviotas comieron algunas galletas que les dieron pero ni albatros ni cormoranes gustaron del menú y se fueron a pescar junto a unos pelícanos que estaban ocupados en ello.

La siguiente parada fue en una hermosa playa donde Gabriel, Valeria y Orlando jugaron en la arena. Mientras Victoria se protegía del sol con una enorme sombrilla de colores los primos recolectaron caracolas, piedras, ramas y semillas; y adornaron cuidadosamente las construcciones que hicieron. Confeccionaron un tren y en las ventanas del maquinista colocaron dos estrellas. También nació un muñeco de nieve, de arena, claro. Lo decoraron con lo todos los objetos que habían encontrado y lució un colorido cubo como sombrero. 

En la orilla del mar estaban buscando arena húmeda para terminar las torres del castillo cuando vieron pasar una mantarraya. Sintieron temor y alguien comentó que sus picaduras podían peligrosas pero si no se les atacaba no solían hacer daño. Con mucha atención y precaución la observaron desde lejos. Se fue el animalito y terminaron la fortaleza. Nadaron otro ratito hasta que el jefe principal avisó que ya partían. Dio 15 minutos para alistarse y embarcar de regreso. 
Todos obedecieron, recogieron, guardaron sus pertenencias y las llevaron consigo hasta el barco. 
Mientras los padres preparaban la comida el segundo oficial organizó un juego. Repartió un pañuelo a cada uno y les pidió que se escondieran. Era importante que seleccionaran muy bien el refugio porque desde ese instante se convertirían en piratas y él debía encontrarlos y detenerlos. Continuó la diversión hasta que los descubrieron a todos. Rieron, disfrutaron de la puesta de sol y comieron mientras duró la travesía de vuelta al muelle de inicio. 

Llegaron al puerto contentos por lo que habían observado y aprendido. Agradecidos al capitán y los oficiales por la amabilidad con que los habían atendido y las enseñanzas y diversión que les habían regalado. 
Repartieron besos y abrazos a sus padres por el inolvidable día de aventuras que les habían obsequiado. Ellos también estaban muy satisfechos porque vieron a sus hijos disfrutar plácidamente. 
La excursión fue sin dudas un gran éxito. Agotados por la intensa actividad física montaron los carritos y se quedaron dormidos antes de llegar a sus casas pero... despertaron al entrar y se ducharon, cepillaron sus dientes para luego descansar y soñar con aquella fascinante jornada y...

...Colorín Colorado este cuento se ha acabado 
y el tuyo mi niñ@ aún no ha empezado.


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