Un gesto solidario

Año tras año muchos niños esperaban con ilusión la llegada de los Reyes Magos.

Alegres colores pintaban las calles por donde pasaba la Cabalgata. Los chicos que iban en las carrozas vestían hermosos trajes y regalaban caramelos y piruletas. Los reyes lanzaban juguetes pequeños, pelotas y montones de deliciosas golosinas. 

Grandes y niños disfrutaban del espectáculo. Todos recogían los dulces y regalos que caían. 
Gabriel, Valeria, Orlando y Victoria también esperaron emocionados el 5 de enero. Esa era la primera vez que Victoria veía un desfile como esos y los primos estaban muy contentos de poder mostrarle en qué consistía y enseñarle qué hacer en cada momento.

Aquel día recogieron tantos caramelos que llenaron dos bolsas enormes. Rieron, escucharon la música de las carrozas y bailaron a su ritmo. Corrieron de un lado a otro acumulando juegos, dulces y hasta una bola con una sorpresa adentro que consiguió alcanzar el papá de los tres hermanos.
Terminada la Cabalgata, se disponían a regresar a casa cuando vieron varios niños jugando en el parque. Le pidieron a sus padres que los dejaran divertirse otro poquito y ellos accedieron  complacientes. Les permitieron quedarse sólo un ratito más porque ya era tarde. Agradecidos y muy contentos comenzaron a jugar. De repente, se dieron cuenta de que había un niñito solo, alejado del resto. Se acercaron y lo saludaron.

- ¡Hola pequeño! ¿Cómo te llamas? - le preguntó Valeria
- ¿Tienes amigos? añadió Victoria
- ¿Por qué lloras? continuó Gabriel
El niño fijó la mirada en el suelo y permaneció en silencio.
- ¿Sabes hablar? Quiso saber Orlando
- Moi... je m´apelle...  
- ¡Oh!, ¡no habla como nosotros! dijo Valeria.
- ¡Habla francés! les explicó una persona que lo escuchó.

Todos callaron y pensaron. ¿Qué harían para invitarlo a jugar y distraerlo? Entonces... encontraron una solución. Comenzaron a comunicarse a través de gestos y fueron presentándose uno por uno. El pequeño también señaló su pecho con el dedo índice al tiempo que decía que se llamaba Damien. Se tomaron de las manos e hicieron una rueda que giraba muy veloz. 

Reían contentos cuando los padres de Orlando, Valeria y Gabriel propusieron invitarlo a su casa a comer Rosco de Reyes. 
Saltaron muy alegres los cinco y emprendieron la marcha con las bolsas de dulces que habían ganado en la cabalgata.
Llegaron a casa y se sentaron a la mesa. 

Le explicaron a Damien que dentro del Rosco podía haber varias sorpresas. Antiguamente guardaban un haba y quien la encontraba se convertía en el rey del grupo. En estos tiempos aparecen diversos tipos de juguetes o figurillas. También le advirtieron que estuviera atento y comiera despacio para no lastimarse al masticar. Damien a su vez, con dibujos y pocas palabras, expresó cómo se hacía en su país.                                                    
Notó que la costumbre en España se parecía mucho a la tradición de la isla Martinica, de donde él venía. Contó que allá el rosco se llama Galette des Rois y llegó desde Francia. Según la tradición el más joven de la familia o de la reunión se esconde debajo de la mesa mientras los que están sentados cortan el pastel. El más pequeño indica a quien corresponderá cada trozo. Dentro de la galette hay una sorpresa y quien la encuentra se corona Rey.
Decidieron hacerlo esa vez a la manera de su tierra para tener un gesto amable con Damien. Así fue como le tocó a Victoria, la más pequeña, practicar la costumbre con su primer "rosco-galette". Se sentó debajo de la mesa y decidió cada turno.

El primer elegido fue Damien, el segundo Orlando, después le tocó a Valeria y seguidamente a Gabriel. Victoria pensó que sería justo convidar antes al nuevo amigo y continuar por orden de edad. También repartió a sus tíos y a sus papás. Todos saborearon el rosco. Y... fueron dos los afortunados. 

Para sorpresa de los reunidos los premios tocaron a Damien y al papá de los hermanos. Muy contentos fueron coronados y mostraron lo que habían ganado. Damién un cochecito azul y un haba el padre de Gabriel, Valeria y Orlando. 
Se divirtieron y celebraron hasta que los padres de Damien le avisaron que ya debían irse. Los hermanos le regalaron una de las bolsas de caramelos, propusieron que en las tardes después del cole podían jugar en el parque o merendar juntos en su casa. Se despidieron contentos por el hermoso rato que habían compartido.
Cuando se quedaron solos los primos, la mamá de los tres hermanos les confesó un secreto. Había hecho trampa: le cedió su porción de rosco a Damien cuando vio en él un ligero reflejo azul y se dio cuenta de que sería el trozo premiado. 

Damien recién llegaba a España y aún no tenía amigos ni conocidos, tampoco sabía hablar español por lo que la mamá de los pequeños quiso darle una alegría. Aquella tarde todos contribuyeron a hacer más feliz a Damien. Los cuatro primos se esmeraron para que el niño olvidara su tristeza. Compartieron experiencias, juguetes y comida con él. 

Por ello obtuvieron las condecoraciones "Soy solidario". Gabriel y Orlando lucieron sus medallas de la fraternidad. Valeria y Victoria llevaron las coronas de la camaradería aunque, la más pequeña terminó tan agotada que se quedó dormida en el momento en que le dieron su reconocimiento y...

...Colorín Colorado, este cuento se ha acabado, 
y el tuyo mi niñ@ aún no ha empezado.




Comentarios

Entradas populares