Sueño con elefantes
Victoria acostumbraba a leer un rato cada noche antes de dormir. Revivía las historias y dibujaba el rostro de los personajes. Se había convertido en una polilla de bibliotecas y devoraba cada escrito que caía en sus manos.
Pero, aquella fue una noche especial.
Se acostó muy temprano y leyó durante mucho tiempo una interesante historia sobre elefantes.
Cerró su libro y comenzó a pensar en la lectura hasta que se quedó profundamente dormida. Entonces viajó a un sitio diferente y muy bonito.
Soñó que estaba en aquel lugar donde vivían muchísimos elefantes y las personas los querían y respetaban con gran devoción.
Los conocían muy bien y trabajaban juntos gran parte del día.
Caminaba Victoria por un sendero cuando vio a tres pequeños elefantes que jugaban y se revolcaban en el lodo para protegerse de molestas picaduras de insectos.
A la niña le llamó la atención aquella escena y se detuvo. En ese momento los elefantes dejaron de jugar, se acercaron a Victoria lentamente y la examinaron con curiosidad. Ella se emocionó. Le encantaba tener amigos y sabía que los elefantes eran animales muy sociables y inteligentes. Tras un instante se presentaron:
- ¡Hola, yo soy Bandana!
- ¡Yo, Lopi!
- ¡Y yo soy Rolo!
- ¡Hola chicos, encantada de conocerlos! Me llamo Victoria
- ¡Ya ya! Exclamaron a coro
- ¿Cómo?, ¿Sabían mi nombre? Preguntó la niña con asombro.
- ¡Jajaja, no! Rieron y respondieron estrepitosamente.
- Es que en nuestro idioma YAYA significa Victoria- aclaró Rolo
- ¡Ah, qué curioso! y ... ¡qué alivio!, pensé que eran adivinos -suspiró Victoria.
- Tu nombre nos ha dado mucha alegría y esperanza. Estamos preocupados por nuestro tío y quizá nos puedas ayudar. Los tres tenían muy noble y buen corazón.
Lupi, el más pequeño, era cariñoso y le gustaba repartir abrazos a todos.
Bandana era travieso, se disfrazaba, se escondía detrás de los árboles y le gustaba sorprender a sus amigos.
Rolo, limpio y muy trabajador, se aseaba a menudo, regaba las plantas, había llenado los cubos de agua para hacer los refrescos del cumpleaños de Cheli la cebra.
Así, cada uno con sus virtudes, hacían un gran equipo.
- ¿Quieres acompañarnos a conocer a nuestra familia? -preguntó Lopi
- Muchas gracias, me encantaría -respondió Victoria
Comenzaron a andar rumbo a los árboles donde se encontraba el resto de la manada y al llegar se saludaron y presentaron a Victoria.
Los padres de Lopi comían, la mamá de Bandana conversaba con el padre de Rolo y el tío Jati descansaba a la sombra de un gran árbol.
Parecía enfermo, a penas se movía.
Jati era un gran maestro, sabio y prudente, no muy joven pero aún fuerte. Pensaba antes de hablar o enjuiciar a alguien. Intervenía en las discusiones, ponía orden y conseguía la armonía. Lo admiraban por su sentido de justicia. Sus conocidos estaban inquietos por su malestar.
- Hola Jati, ¿Cómo estás? -Preguntó Victoria
- Tranquila, no es nada grave. -se acercó a Victoria y confesó:
- Ayer comí mucho y me duele mi pancita. No se lo había dicho a nadie porque me dio vergüenza haber sido tan goloso. -seguidamente imploró:
- Me guardas el secreto, por favor?
- Descuida, cuenta con ello. -sonrió Victoria con complicidad-
Ya le había ocurrido alguna vez y el doctor le había recetado unas gotitas y dejar descansar su barriguita. No encontró medicinas pero repitió el consejo:
-Espera unas horas sin comer nada. Cuando empieces a sentir hambre bebe un poco de agua y aguarda un rato más. Así lo hizo Jati.
Transcurrió un largo rato. Victoria se había ido a jugar con Rolo, Bandana y Lopi y estaba muy entretenida cuando sintió que alguien la tocaba por detrás. Era Jati, muy activo y contento acercó a Victoria con su trompa y le dijo al oído:
- ¡Muchas gracias pequeña!, me has curado.
- ¡Oh, no, has sido tú quien lo ha hecho muy bien porque has seguido el consejo del doctor!, yo sólo recordé y repetí lo que él me había recomendado.
Victoria estaba muy feliz por haber ayudado a Jati a quien todos querían tanto. Para celebrarlo sacó una bolsa de caramelos que tenía y la repartió entre grandes y chicos. El gran maestro finalmente contó a sus amigos por qué se había enfermado. En señal de agradecimiento aceptó un caramelo que Victoria, con mucho cariño, le llevó hasta su trompa. Quería esperar un poco más hasta estar completamente recuperado. Todos aprendieron la lección, comieron controladamente. La niña despertó sonriente con la sensación de haber sido útil y...
... Colorín Colorado este cuento se ha acabado
y el tuyo mi niñ@ aún no ha empezado
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