Pituca la lechuza y el equipo de rescate
Caía la tarde y Pituca la lechuza había salido a buscar algo para comer. Volaba tranquila, sin prestar mucha atención al camino porque lo conocía muy bien. De repente tropezó con una rama. Se asustó cuando la vio pero era demasiado tarde. Estaba muy cerca y no pudo evitar el golpe.
Recuperó las fuerzas en unos instantes y, aunque seguía un poco aturdida, continuó el vuelo. Esta vez con más cuidado.
Se encontraba cerca todavía cuando notó que habían cortado las ramitas más delgadas del chaká.
- Algo extraño ha ocurrido. Anoche la rama con que tropecé no estaba ahí. ¡Ha crecido muy rápido! Y ahora, este chaká sin hojas- se dijo la lechuza.
Mientras pensaba en qué podía estar sucediendo la sorprendió algo que no le gustó. Habían colocado jaulas en varias ramas del árbol. Estaban abiertas y tenían restos de frutas y semillas. ¡Eran trampas!
Escuchó un quejido apagado y buscó con sus ojos bien abiertos hasta que descubrió un loro que había caído en una de las jaulas. Preocupado y triste le pidió ayuda a Pituca.
Ella se alarmó pero tomó una pausa para pensar cuál sería la mejor manera de actuar. Le suplicó al loro que confiara en ella. Iba a buscar ayuda y regresaría pronto.
Rápida y valientemente fue a llamar a Canelito, responsable de organizar el Equipo de Rescate Animal. El perrito había ganado mucha fama por su buen olfato, su gran lealtad y su magnífico carácter para tratar a las personas.
Canelito supo por Pituca lo que estaba ocurriendo y fue en busca de Gabriel, Valeria y Orlando. Ellos en otras ocasiones habían salvado hormigas, ayudado a saltamontes, alimentado iguanas y cuidado con cariño al sapo Pepe, la gallina Turuleca y a Nene el panda de los abrazos.
A toda velocidad corrió Canelito acompañado de la lechuza a donde estaban los hermanos y les contó lo que Pituca había visto en el árbol. Los niños y el perrito se apresuraron a tomar el autobús del equipo para ir a ayudar al loro.
De pronto vieron pasar a Victoria y pensaron que era mejor ir con ella. A Victoria también le gustaba ayudar a los animales en problemas. El equipo tenía amigos por todas partes. Se trasladaban unas veces en barco, otras en helicóptero o avión, en autobús, en tren pero la emergencia de ese día era cerca así es que preferían ir por aire que por tierra.
El avión lo utilizaban para largas distancias sin embargo sabían que llegarían antes si encontraban el camino libre. Abandonaron de prisa el autobús y se despidieron de Juanillo, el conductor, mientras Victoria bajaba.
Los cinco en el globo, excepto Pituca que voló a su lado, partieron impulsados por el viento. Afortunadamente en pocos minutos ya podían ver al pajarito preso.
Cuando se acercaban a las jaulas Pituca, Canelito, Gabriel, Valeria, Orlando y Victoria escucharon pasos. Se escondieron para ver de qué se trataba. Entonces descubrieron a dos cazadores. Los señores que conversaban animadamente acerca de sus presas. Canelito salió a su encuentro ladrando ferozmente. Pituca se acercó con precaución y los niños les preguntaron:
- Buenas tardes. Disculpen ustedes, señores. ¿Podrían explicarnos, por favor, qué ocurre que el jabín no tiene hojas?- dijo Pituca
- Y ¿por qué hay tantas jaulas colgadas en él? - continuó Valeria
- Bu, bu, buenas tardes, chicos. E, e, e, es que, mmmmmm, hemos venido a buscar un loro porque nos gusta como habla y queremos tenerlo en casa - respondió uno de los cazadores.
- Pero señor, eso no está bien, ¿les gustaría a ustedes estar prisioneros? - añadió Orlando.
- Si no protegemos las aves y los árboles terminaremos con la vida del planeta- explicó Gabriel amablemente
- Mi hermano y yo sí los cuidamos. Le daremos comida y agua -argumentó el otro cazador.
- No se trata de alimentarlos en una jaula. Lo importante es respetarlos en libertad - expresó Victoria. ¿Fueron ustedes quienes cortaron el jabín?
Cuando se dieron cuenta de que los habían descubierto se sintieron muy avergonzados y reconocieron que Pituca y el equipo tenían razón. Recogieron todas las jaulas, liberaron al loro y le pidieron disculpas. Además prometieron al grupo que no lo harían más y que a partir de ese momento cuidarían a todos los árboles y los animales que estuvieran cerca de ellos.
El lorito batió con fuerza sus alas y cada tarde, en señal de agradecimiento, visitó a los señores para conversar con ellos y...
Se encontraba cerca todavía cuando notó que habían cortado las ramitas más delgadas del chaká.
- Algo extraño ha ocurrido. Anoche la rama con que tropecé no estaba ahí. ¡Ha crecido muy rápido! Y ahora, este chaká sin hojas- se dijo la lechuza.
Escuchó un quejido apagado y buscó con sus ojos bien abiertos hasta que descubrió un loro que había caído en una de las jaulas. Preocupado y triste le pidió ayuda a Pituca.
Ella se alarmó pero tomó una pausa para pensar cuál sería la mejor manera de actuar. Le suplicó al loro que confiara en ella. Iba a buscar ayuda y regresaría pronto.
Rápida y valientemente fue a llamar a Canelito, responsable de organizar el Equipo de Rescate Animal. El perrito había ganado mucha fama por su buen olfato, su gran lealtad y su magnífico carácter para tratar a las personas.
Canelito supo por Pituca lo que estaba ocurriendo y fue en busca de Gabriel, Valeria y Orlando. Ellos en otras ocasiones habían salvado hormigas, ayudado a saltamontes, alimentado iguanas y cuidado con cariño al sapo Pepe, la gallina Turuleca y a Nene el panda de los abrazos.
A toda velocidad corrió Canelito acompañado de la lechuza a donde estaban los hermanos y les contó lo que Pituca había visto en el árbol. Los niños y el perrito se apresuraron a tomar el autobús del equipo para ir a ayudar al loro.
El avión lo utilizaban para largas distancias sin embargo sabían que llegarían antes si encontraban el camino libre. Abandonaron de prisa el autobús y se despidieron de Juanillo, el conductor, mientras Victoria bajaba.
Los cinco en el globo, excepto Pituca que voló a su lado, partieron impulsados por el viento. Afortunadamente en pocos minutos ya podían ver al pajarito preso.
Cuando se acercaban a las jaulas Pituca, Canelito, Gabriel, Valeria, Orlando y Victoria escucharon pasos. Se escondieron para ver de qué se trataba. Entonces descubrieron a dos cazadores. Los señores que conversaban animadamente acerca de sus presas. Canelito salió a su encuentro ladrando ferozmente. Pituca se acercó con precaución y los niños les preguntaron:
- Buenas tardes. Disculpen ustedes, señores. ¿Podrían explicarnos, por favor, qué ocurre que el jabín no tiene hojas?- dijo Pituca
- Y ¿por qué hay tantas jaulas colgadas en él? - continuó Valeria
- Bu, bu, buenas tardes, chicos. E, e, e, es que, mmmmmm, hemos venido a buscar un loro porque nos gusta como habla y queremos tenerlo en casa - respondió uno de los cazadores.
- Pero señor, eso no está bien, ¿les gustaría a ustedes estar prisioneros? - añadió Orlando.
- Si no protegemos las aves y los árboles terminaremos con la vida del planeta- explicó Gabriel amablemente
- Mi hermano y yo sí los cuidamos. Le daremos comida y agua -argumentó el otro cazador.
- No se trata de alimentarlos en una jaula. Lo importante es respetarlos en libertad - expresó Victoria. ¿Fueron ustedes quienes cortaron el jabín?
Cuando se dieron cuenta de que los habían descubierto se sintieron muy avergonzados y reconocieron que Pituca y el equipo tenían razón. Recogieron todas las jaulas, liberaron al loro y le pidieron disculpas. Además prometieron al grupo que no lo harían más y que a partir de ese momento cuidarían a todos los árboles y los animales que estuvieran cerca de ellos.
El lorito batió con fuerza sus alas y cada tarde, en señal de agradecimiento, visitó a los señores para conversar con ellos y...
... Colorín Colorado, este cuento se ha acabado
y el tuyo mi niñ@ aún no ha empezado.
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